Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá (Mateo 7:7a, NVI).
La oración no es una imposición divina, ni una carga pesada de la vida cristiana. Surge más bien de nuestra necesidad de relacionarnos con Dios, a fin de recibir poder para enfrentar las batallas de la vida. Jesús sabía que necesitamos de oración. Durante el tiempo largo que precede la venida del Hijo del Hombre, no debemos desanimarnos sino buscar el poder de la oración
¿Sirven de algo nuestras oraciones? Jesús contestó esta pregunta con una parábola (Lucas 18:1-8). Afirmó que si aún un juez malvado finalmente trata con justicia a una viuda que persevera, ¿cuánto más el justo y amoroso Padre hará justicia a los que continuamente claman a él de día y de noche? Jesús nos enseña que Dios no decepcionará a ninguno de sus elegidos. Lo que Dios demanda es que su pueblo persevere en pedirle con sinceridad.
La necesidad de la oración
Todos tenemos necesidad de oración. Por esto, el Señor hace de ella, no una opción, sino una ordenanza para nuestro propio beneficio (1 Crónicas 16:11). En Mateo 7:7, el Señor nos habla de orar con perseverancia. La triple exhortación: "Pidan... busquen... llamen" concierne a la satisfacción de toda necesidad.
Pedir implica humildad y conciencia de necesidad. Pedir presupone la fe en un Dios personal con el cual podemos comunicarnos. Cuando uno pide, espera una respuesta. El tener esa fe hace que la oración sea cálida y personal.
Buscar es pedir y actuar. No basta la petición ferviente. Debemos estar activos en el esfuerzo por obtener el poder para perseverar. Uno debiera orar, escudriñar las Escrituras (Juan 5:39; Hechos 17:11), asistir a los cultos (Hebreos 10:25) y, sobre todo, tratar de vivir en armonía con la voluntad de Dios revelada en su Palabra santa (Mateo 7:21, 24, 25; Juan 7:17).
Llamar es pedir, más actuar, más perseverar. Uno llama a una puerta repetidas veces, hasta que le abran. Sin embargo, la perseverancia ya está implícita en los tres imperativos, porque todos están en tiempo presente. Así que, una posible traducción sería: "Continúa pidiendo, buscando y llamando". La idea bíblica de llamar en sí misma ya implica perseverancia. Uno sigue llamando a la puerta del palacio del Rey, hasta que él abre la puerta y provee de todo lo necesario.
A cada mandamiento le corresponde una promesa. Por eso "pidan" es seguido por "se les dará", "busquen" es seguido por "encontrarán", y "llamen" por "se les abrirá". A todo sincero seguidor de Cristo se le promete una respuesta a la oración que va acompañada por el buscar y el llamar.
El poder de la oración
Mi vida fue marcada por la oración desde los primeros días de mi vida. A los pocos días de nacido adquirí una enfermedad estomacal muy severa que por poco me quita la vida. Mi madre clamaba a Dios de rodillas frente a mi cuna, y Dios le respondió con sanidad para mi vida.
A los pocos meses de casados, mi esposa fue diagnosticada con una condición renal que impedía que quedara embarazada. Una sierva de Dios, llamada Betty Day, fue a impartirnos clases de inglés en el Seminario, y nos enseñó también sobre el poder de la oración y la unción con aceite. Al orar por mi esposa, fue totalmente sanada y Dios nos dio la bendición de tener dos hijos.
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Mi esposa también fue diagnosticada con cáncer de seno cuando nuestros hijos eran todavía pequeños. Muchos hermanos y hermanas se unieron a nosotros en oración y ayuno. Antes de operarla para extraerle el cáncer, la doctora pidió su consentimiento para removerle el seno completamente. Mi esposa respondió en fe: "Ud. no tendrá necesidad de hacer eso" y pocas horas después, salió sonriente del salón de operaciones para comunicarnos que no había encontrado cáncer. ¡Gloria a Dios!
En el año 1980, fui confinado a un campo de trabajos forzados por ser cristiano, donde cortaba caña de azúcar de sol a sol. Durante mi primer día en aquel lugar difícil, clamé a Dios que me proveyera de compañeros cristianos en medio de esa prueba para que pudiéramos apoyarnos mutuamente. Me estaba duchando y cantaba el himno "Cuán grande es Él", cuando escuché que en la ducha contigua una persona cantaba conmigo. Pudimos identificar a otros cristianos en medio de aquel campo, y juntos nos fortalecíamos mutuamente adorando a Dios en medio de los campos de caña y celebrando la Santa Cena con galletas y jugo de caña de azúcar.
Durante 33 años de ministerio, Dios nos ha bendecido con innumerables experiencias de sanidad en nuestras congregaciones. En el año 2001, llegué con mi familia a los Estados Unidos, donde fui nombrado para comenzar una nueva iglesia. La oración jugó un papel fundamental en ese proceso. La oración por discernimiento nos ayudó a identificar las necesidades en medio de la comunidad y en la vida de las personas. La oración de fe nos permitió desafiar las dificultades y confiar en la provisión infinita de un Dios amoroso. En respuesta a la oración intercesora de la comunidad de fe, Dios nos permitió ver victorias en procesos migratorios, sanidades de cáncer, provisión de locales adecuados conforme al crecimiento numérico del grupo, conversiones de personas que antes vivían esclavizadas por adicciones, y provisión financiera para que la nueva iglesia pudiera seguir adelante.
Recientemente vivimos una poderosa manifestación de Dios en una reunión de pastores y pastoras de nuestro distrito, cuando, al practicar la oración de fe y la unción con aceite, los pastores y pastoras testificaron de haber recibido afirmación en su llamamiento y poder para ejercer autoridad en el nombre de Jesús.
En medio de un mundo quebrantado y de sistemas financieros que sufren de constante inestabilidad, el pueblo de Dios necesita recuperar su pasión por la intimidad con Dios y buscar el poder para perseverar en el poder de la oración. Para que tengamos una iglesia saludable, que marque la diferencia en medio de nuestras comunidades agonizantes, necesitamos cumplir la tarea que Dios nos ha encomendado mirando, "no a lo que se ve, sino a lo que no se ve" (2 Corintios 4:18) y sostenernos "como viendo al invisible" (Hebreos 11:27), el Dios que por medio del poder de la oración, da a los que piden, concede a los que buscan y abre la puerta a los que claman a él.
El Rev. Dr. Rinaldo D. Hernández es un metodista de quinta generación, nacido en Jovellanos, Matanzas, Cuba. Hernández respondió al llamado de Dios al ministerio pastoral en 1978. Recibió dos títulos del Seminario Teológico Evangélico, Matanzas, Cuba: Licenciado en Teología en 1984 y Maestría en Teología en 1998. Completó sus estudios de doctorado en el Seminario Teológico de Columbia, Decatur, GA, recibiendo su Doctorado en Ministerio en el año 2000. En 2001, Hernández se trasladó con su familia a Miami, donde fundó una nueva congregación hispana metodista unida en el condado de Miami-Dade. Lleva 43 años casado con su esposa Magalis (Maggie), y tienen un hijo y una hija. Ambos sirven como líderes de adoración en sus respectivas iglesias en el área de Miami. En su extensa trayectoria, Hernandez ha servido como plantador de iglesias, pastor local, superintendente de distrito y ha servido en varias juntas y comités tanto en Cuba como en los Estados Unidos. Su carrera académica incluye el servicio como profesor de seminario durante 13 años, enseñando Biblia, Griego del Nuevo Testamento y Teología Wesleyana. Actualmente, es Director de Latino/a Ministries en la Conferencia Anual de la Florida de la Iglesia Metodista Unida.