Otra vez, mujeres de color han sido asesinadas en una sociedad que glorifica el racismo y la violencia sexista.
Como líder de una entidad cristiana que busca confrontar el racismo en todas sus formas, en el nombre de Jesús —mi corazón llora por las víctimas, sus familias y sus comunidades. Así que, a mi comunidad cristiana le hago esta pregunta: ¿Cuándo vendrá el día en que nosotros, los seguidores de Jesús, llegaremos a estar lo suficientemente frustrados y lo suficientemente ciertos en nuestra fe para gritar, interceder y transformar?
La policía afirma que un agresor aparentemente solitario —blanco, hombre y armado— disparó y mató a ocho personas, seis de ellas mujeres asiático-americanas, en un ataque ocurrido el 16 de marzo en Atlanta. Estas seis mujeres asesinadas se unen al creciente número de asiático-americanos e isleños del pacífico (AAPI) en todo el país que han sido blanco de discriminación y violencia. Lo cierto es que nuestra familia AAPI —junto con nuestras familias negras y latinas— están atrapadas en la agresión desenfrenada que mayormente viene de hombres blancos llenos de ira. En los últimos cinco años, la violencia no provocada en contra de la gente de color ha crecido exponencialmente.
¿Dónde está la iglesia cristiana?
La Iglesia Metodista Unida es una comunidad de fe a la cual el Dios Altísimo llama a transformar el mundo para Jesucristo. Sin embargo, demasiada gente laica y del clero escogen quedarse en sus casas y en sus santuarios, pretendiendo que la violencia armada —junto con el racismo y el sexismo extremos— no es realmente un problema.
Pero es un problema.
El año pasado, el mundo secular protestó fuertemente por el asesinato de George Floyd, en Minneapolis. Fue esta protesta secular la que empujó al Concilio de Obispos a emitir una desafío a toda la Iglesia Metodista Unida a desmantelar el racismo y sus grillos en la iglesia y la sociedad. Los obispos nos llamaron por nuestra fe en Dios a que desmantelemos el racismo que ataca nuestra misión, ministerio e integridad como cuerpo de Cristo. Los líderes episcopales nos llamaron a dejar nuestra posición cómoda para mostrarle a la nación y el mundo que el odio racial no tiene lugar en la iglesia o vecindarios. Se nos desafió a terminar con la violencia, hostilidad y victimización que siempre se desprende del racismo sistémico desenfrenado.
No obstante, después de casi un año, la gente de color sigue siendo asesinada a manos de la gente blanca, la gente a la que la Iglesia Metodista Unida trabaja más duro para alcanzarla, enseñarla y convertirla. Casi el 90% de la gente que se sienta en nuestras bancas es blanca y, por tanto, nuestra iglesia debería ejercer una gran influencia en cuanto a cómo la gente blanca en América vive sus vidas y expresan su fe. Sin embargo, a pesar del llamado del Concilio de Obispos, gran parte del celo y compromiso iniciales para terminar con el racismo que nuestra denominación tuvo el año 2020 se han derretido. Con gran rapidez han pasado de moda como la ropa de la estación. Nuestra membresía, adoración y vida comunitaria es todavía muy segregada por raza. Además, estamos muy mal preparados y guardamos silencio cuando ocurren masacres como la de Atlanta.
Dado que los metodistas unidos blancos permanecen desmotivados, reacios o incapaces de confrontar las realidades de la injusticia racial en nuestra propia casa, se cierran, especialmente cuando se necesita que la iglesia lleve a cabo la obra liberadora de Cristo. Nos movemos sin dirección a través de oraciones trilladas en lugar de gritar “¡Ya basta! ¡En el nombre de Dios, no más violencia racista!”
Isaías 58:12 llama a los creyentes a ser un pueblo que “reparador de muros destruidos y restaurados de calles intransitables” (NVI). Confrontar el racismo sigue siendo nuestro santo llamamiento de Dios. Y hasta y a menos que nosotros, que servimos al Dios de amor, estemos dispuestos a confrontar la indiferencia y el racismo en nuestras almas individuales y corporativas, la gente seguirá muriendo. El llamamiento es claro. Debemos responder ahora o estar preparados a perder más gente a manos del mal y la muerte.
RESPUESTA A LA AGRESIÓN EN CONTRA DE LAS COMUNIDADES ASIÁTICO-AMERICANAS E ISLEÑOS DEL PACÍFICO (AAPI):
- Haga una ofrenda de dinero para las víctimas y sus familias.
- Edúquese usted y a su comunidad de fe acerca del racismo en contra de la herencia AAPI. Pulse aquí para empezar.
- Pregunte a las congregaciones AAPI de su comunidad cómo podría usted y su iglesia apoyarlos.
- Promueva legislación que proteja a las personas e inmigrantes AAPI en su comunidad.
- Ore durante el servicio de adoración por las personas AAPI que son objeto de abuso y violencia.
- Si usted es pastor o pastora, predique sermones del Dios que ama, incluye y desea justiciar para todos. Conecte sus sermones en forma directa con cualquier acto reciente de violencia en contra de los asiático-americanos y AAPI.
- Envíe dinero a organizaciones antirracistas que específicamente abordan la agresión en contra de la gente de trasfondo asiático. Entre ellas están Stop AAPI Hate, Asian American Advancing Justice, y NAACP.
- Confronte sus propios prejuicios. GCORR ofrece un curso por internet, llamado Implicit Bias: What We Don’t Think We Think. Inscríbase hoy mismo.
Publicado originalmente por General Commission on Religion and Race. Republicado con permiso por ResourceUMC.org. M. Garlinda Burton es Secretaria General interina de la Comisión General de Religión y Raza.