Al entrar la temporada de cuaresma es bueno que recordemos un medio de gracia que Juan Wesley practicó durante toda su vida adulta. Es una disciplina espiritual antigua que encontramos en la Biblia como parte de la práctica judía y cristiana. Es lo primero que Jesús hizo después de ser bautizado por Juan (Mateo 4:2; Lucas 4:2).
El ayuno es un medio de gracia poderoso y muy descuidado. Su poder viene del hecho de que el ayudo consiste en un vaciarse físico que nos conecta con Cristo (Filipenses 2:7) y abre nuestros corazones a su gracia. La gente descuida el ayuno por una buena razón: la gente es naturalmente reacia a dejar de comer. Nadie quiere sentir hambre, especialmente cuando se nos bombardea con mensajes que nos invitan a comer y beber todo el tiempo. Pero esta es también la razón por la que los seguidores de Jesucristo deberían practicar el ayudo, al menos durante la cuaresma.
Cuando hablo del ayuno me refiero a todas sus formas, desde pasar por alto una comida una vez a la semana hasta dejar de comer por 24 horas. Juan Wesley practicó el ayuno una vez a la semana desde la puesta del sol del jueves, hasta la puesta del sol del viernes. No comía nada sólido, sino solo agua y té durante el día. Al atardecer del viernes paraba de ayunar con una cena liviana (caldo, pan, agua o té). Durante el ayudo, Wesley pasaba mucho tiempo en oración y en la lectura de la Biblia.
Podemos mencionar cuatro razones para ayunar una vez a la semana durante la cuaresma:
- Jesús ayunó y enseñó a sus discípulos a hacer lo mismo. Los discípulos aprenden de su líder por medio de imitarlo o imitarla. Si usted es seguidor de Jesús, entonces el ayuno es una práctica que debería de probar. Por supuesto que uno debe ser inteligente cuando practica algo que afecta el cuerpo o la salud. Si usted tiene una condición física que no es conducente al ayuno, Wesley recomendó otra forma de ayuno conocida como la abstinencia. Deje de comer su comida favorita por un tiempo. Cuando eche de menos la comida, bebida o hábito que tiene, póngase a orar. El hecho de que Jesús practicó el ayuno y lo enseñó a sus discípulos nos dice que sus discípulos de hoy deberían seguir este medio de gracia.
- El ayuno nos recuerda nuestra dependencia de Dios y su gracia. Cuando uno pasa por alto una, dos o tres comidas y siente el malestar de un estómago vacío, se nos recuerda que nuestra vida depende de comer y beber. Uno no puede vivir sin los productos de la tierra y el trabajo de la gente que hizo posible que haya comida en nuestra mesa. Los cristianos creemos que Dios suple todo lo que necesitamos porque él es el creador de los cielos y la tierra. Cuando ayunamos se nos recuerda que dependemos de Dios y su gracia.
- El ayuno nos hace solidarios con los pobres. Jesús dijo: “tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; fui forastero, y me dieron alojamiento” (Mateo 25:35, NVI). Jesús se identificó con la gente hambrienta y sedienta que ayunan a la fuerza porque no tiene qué comer. Cuando usted ayuna, usted comparte en su sufrimiento aunque sea por un tiempo. Cuando usted comparte el sufrimiento del pobre, participa en el continuo sufrimiento de Cristo que nos llama a unirnos a él en su misión de cambiar el mundo.
- El ayuno es un tiempo de oración. El ayuno y la oración van juntos. Cuando uno siente ese malestar en el estómago diciéndole que usted necesita de Dios y su gracia, se le recuera que se detenga a orar. El ayuno es un tiempo de vaciarse de uno mismo para dar cabida a Dios. Nos dice que Dios quiere nuestro corazón, alma y mente. La oración es más que un ejercicio de la mente. Involucra todo el ser porque Dios quiere todo su ser para participar en la misión al mundo. El ayuno nos despierta a las necesidades del mundo, y nos recuerda que Dios nos ama porque somos parte del mundo que hizo. Ayunamos porque el mundo está quebrantado. El ayuno y la oración nos ayudan a que escuchemos y veamos lo que Dios oye y ve todos los días.
La cuaresma es un buen momento para añadir un ayuno semanal a los actos regulares de devoción. Quizá su grupo pequeño quiera añadir la práctica de un ayuno wesleyano a la semana durante la cuaresma. Desde el jueves por la tarde hasta el viernes al atardecer no comerán nada sólido. Sólo beban agua, café o té. Cuando sientan hambre durante el día, deténganse a orar por el mundo, la iglesia, y los miembros del grupo. Si su salud le impide de este tipo de ayuno, absténgase de su comida o hábito favoritos. Cuando eche de menos la comida o hábito, póngase a orar. También podrían destinar el dinero que se gasta en las comidas para enviarlo a Bread for the World u otro ministerio similar.
El Rev. Steven W. Manskar, D. Min., es miembro del clero de la Conferencia de Minnesota de la Iglesia Metodista Unida. Ha servido a congregaciones en Maryland, Minnesota y es el ex director de Liderazgo Wesleyano de Ministerios de Discipulado. Es autor de varios libros. El más reciente es Disciples Making Disciples.Traducción y adaptación por Humberto Casanova.