Sermón #BeUMC: El pueblo de Dios no hace daño

Valores: Firme, Diverso, Lucha por la Justicia

No urdas el mal contra tu prójimo, contra el que ha puesto en ti su confianza. No entres en pleito con nadie que no te haya hecho ningún daño. — Proverbios 3:29-30, NVI


NOTAS DE PLANIFICACIÓN

 

Nuestra serie comienza simplemente así: No hacer daño. Bastante fácil, ¿verdad? Bueno, tal vez no. No se trata de evitar de forma pasiva el hacer daño intencionadamente a otra persona. Se trata de hacernos conscientes de cómo se causa daño en nuestro mundo multicultural y entretejido y que comprendamos lo devastador que es incluso el daño no intencionado para quienes viven al margen de la sociedad y del mundo. Por eso hemos elegido para esta primera semana las palabras Diversos y con vocación de Justicia. Comencemos nuestra adoración juntos y juntas declarando que somos solidarios con las personas de todos los ámbitos de la vida, incluso con las que son ignoradas o pasadas por alto: las personas pobres, sin hogar, maltratadas, olvidadas.

El tema de los mensajes sobre la inclusión parece obvio en este contexto. ¿Cómo podemos avanzar hacia una postura más inclusiva en nuestra adoración y misión? Empecemos por prestar atención a las palabras que utilizamos para el culto. ¿Cómo estamos excluyendo sutilmente a algunas personas de nuestro culto? ¿Cuáles son las imágenes que dominan nuestra liturgia y nuestros himnos? ¿Cómo describimos a las personas amadas por Dios cuando nos reunimos? ¿Se parecen todos a nosotros, o hay diversidad en nuestras imágenes de comunidad, aunque no en nuestra congregación reunida?

Al mismo tiempo, elegimos la palabra Resiliencia para alinearla con este primer tema de nuestra serie. Ser resiliente consiste en mantener nuestro enfoque incluso a través de los cambios y las dificultades. No hacer daño a veces requiere cambios en los comportamientos y patrones de vida. Aunque el cambio siempre es difícil, el pueblo de Dios que es resiliente puede incorporar el cambio sin quejarse, mientras se mantiene en la misión de no hacer daño y hacer discípulos de Jesucristo para la transformación del mundo. La adoración puede desafiar, como dice el Ministerio de discipulado, "#SeeAllThePeople".

Aquí incorporamos el tema de la influencia, la conexión y el impacto al comprender que los cambios que adoptamos (la inclusión y la hospitalidad hacia el prójimo) deberán ser irradiados desde nuestra congregación local hacia la comunidad que nos rodea. Somos los ingredientes esenciales que le dan sabor a todo el mundo. La adoración emite un llamado para ir más allá con la bendición de vivir en el mundo que nos rodea, sin hacer daño a nuestros semejantes.

Y, la mejor manera de hacerlo es contar nuestras propias historias. Hemos sido acogidos y acogidas en esta familia; hemos experimentado a Dios a través del amor y el apoyo de Cristo. Así que, comparta esa historia. Que haya un testimonio dentro de la experiencia de adoración de alguna persona que sufrió daño y ha sido liberado por la gracia de la comunidad y la inclusión. El tema, «Experiencia de Dios a través de la iglesia metodiza unida», es un testimonio de lo transformador que es no hacer daño en la vida de las personas y las comunidades. ¿De qué manera el mundo que nos rodea es más completo porque hemos elegido evitar hacer daño y deshacer el daño causado a las personas y al medio ambiente? ¿Qué historias de sanación de lo que se ha dañado podemos contar? compartir mientras se reúnen para el culto esta semana: ¿Qué pasos se están dando para evitar causar daño al ecosistema? ¿Cómo hemos limpiado lo que se ha dañado en nuestro barrio?

No hacer daño no es evitar pasivamente los comportamientos, sino una conciencia activa y una respuesta a los sistemas y actitudes que causan daño de forma habitual, sin pensar ni lamentarse. Una parte de nuestra invitación al mundo, a nuestro prójimo, es llegar a esa comprensión y experiencia de no hacer daño al convertimos en seguidores de Jesucristo. El cuarto tema del mensaje de la campaña del pueblo de Dios es la formación de discípulos, y eso es lo que siempre hacemos. Eso es lo que la adoración hace por nosotros y. nosotras cuando nos reunimos cada semana; estamos siendo formados como ejemplos de Cristo obrando en el mundo. La influencia de esa formación no es simplemente un cambio interno; no nos convertimos en discípulos por nuestro propio beneficio, sino por el bien del mundo.

APUNTES DEL SERMÓN

(NOTA: Por favor, comenzar la preparación del sermón leyendo primero las notas de planificación. El esquema de diseño y la intención de la serie se encuentran ahí y también son esenciales para el sermón. Las palabras de la campaña y los temas de los mensajes se describen en las notas y son útiles para la preparación del sermón).

Como se menciona en las notas de planificación, hay una simplicidad sorprendente en esta primera semana de las series de adoración; #BeUMC. Sorprendente y engañosa, para ser honestos. En la superficie, es fácil decir, «No hacer daño» a la congregación reunida y en línea. Es fácil proclamar: sólo hay que evitar hacer daño ... bueno, ya saben, no hay que ser ingenuo. Sería como un padre de familia que lleva a su hijo al colegio y le grita mientras el niño corre hacia las puertas abiertas: «¡Toma buenas decisiones!». Esto es tal vez apropiado, pero no terriblemente transformador.

Entonces, ¿Por dónde empezar? Se puede empezar por la regla. Dedicar algún tiempo a interpretar lo que significa «no hacer daño» en sentido activo y pasivo. Empezar por algo sencillo e ir aumentando la complejidad a medida que examina lo que significa, en primer lugar, ser consciente del daño que se produce a nuestro alrededor todo el tiempo y al cual nos hemos vuelto ciegos o aceptamos. A continuación, considere cómo evitar aumentar hacer daño por la forma en que hemos llegado a vivir nuestras vidas. ¿A qué abuso estamos contribuyendo con nuestra forma de comprar, comer y movernos por el mundo? ¿Qué persona está siendo perjudicada para poder disfrutar de los placeres abundantes de nuestra sociedad? Es una reflexión, preocupante, por no decir otra cosa. Sin duda, es necesario que las personas sean conscientes de las implicaciones y el impacto de nuestro estilo de vida en el mundo en general. Deben ser conscientes de las comunidades marginadas y perjudicadas por una mayoría que se las arregla para no ver sus privilegios. Sin embargo, la realidad es que muchas personas han dejado de lado este mensaje, este enfoque, por ser demasiado incómodo de escuchar. Algunos esfuerzos por hacer conciencia sobre los efectos del racismo, por ejemplo, se han encontrado con la determinación de evitar la conversación por completo.

Entonces, ¿por dónde debe empezar el predicador? Puede empezar por el texto. Proverbios es un libro interesante. Es difícil de predicar sin que parezca que se está moralizando. Y se presta a la simplicidad, como la regla en general. Pero ¿Si se le da al consejo de Proverbios 3:29-30 un poco de contexto? Vuelva al principio del capítulo y lea el «por qué». ¿Por qué se nos dice que evitemos el daño? Eso es lo que nos dicen los primeros versículos del capítulo.

«No olvides mis enseñanzas, hijo mío; guarda en tu memoria mis mandamientos,
y tendrás una vida larga y llena de Felicidad». Proverbios 3:1-2, DHH.

Por la duración de los días. ¿Es una promesa de longevidad? Si nosotros… No olvidamos la enseñanza, conservamos los mandamientos, ¿entonces tendremos días más largos? Eso sería genial. ¿No es así? Días más largos y muchos años. Este es un mensaje que le vendería muy bien en el mundo.

Excepto que sabemos que no es verdad. O no es verdad de la forma inicial en que pensamos que seria. Todos hemos asistido a demasiados funerales de guardianes de los mandamientos de Dios como para afirmar que es una receta para prolongar la vida. Nos hemos sentado con las familias mientras los días se escapan al cuidado de su ser querido y hemos sabido que sus días no son más largos que los nuestros o de cualquier otra persona, incluyendo a aquellas que no reconocerían un mandamiento ni al manifestarse de forma muy evidente frente a ellas.

Entonces, ¿qué significa? Si no se trata de darle más horas al día o más años a su vida, ¿qué es lo que promete? La mayoría de las opiniones plantean que promete la eternidad. Se trata del cielo, argumentan. Se trata del reino de Dios y de la invitación a morar allí para siempre.

¿Y quién puede discutirlo? O mejor aún, ¿quién quiere hacerlo? Esta es una promesa que ha sostenido a los seguidores de Dios durante siglos. La idea de que la eternidad en el cielo (como sea que queramos representar este reino) se ofrece a quienes guardan los mandamientos, ha invitado a las personas a vivir vidas piadosas a lo largo de la historia.

Los Proverbios tratan de la sabiduría, la sabiduría divina o sagrada que desplaza el foco de atención de simplemente sobrevivir para sí mismo a algo más elevado, más amplio, algo más profundo de lo que a veces nos conformamos en este mundo. La capacidad de entregarse a una presencia superior, de dejar de lado el yo y de buscar el bien de todos o al menos de más personas, es ciertamente cumplir los mandamientos de Dios. Y la motivación del cielo es y seguirá siendo muy poderosa.

Sin embargo, no estoy seguro de que el capítulo 3 de Proverbios hable del cielo. Parece que se refiere mucho más a esta vida, al mundo, a este camino, que a los días por venir. El resultado de seguir esta sabiduría, de conservar los mandamientos, es que nos convertiremos en personas de buena reputación. Esto no es una cualidad celestial. Eso es algo del ahora. Queremos encontrar la gracia de Dios y de las personas. Queremos ser conocidos por Dios y las personas.

La otra promesa es que encontraremos caminos rectos. Dios enderezará nuestros caminos. Lo cual no creo que signifique, que Dios vaya a interferir por nosotros, manteniendo las cosas malas fuera de nuestro camino, suavizando los posibles baches en el camino, evitando que tropecemos al mínimo en las esquinas o que dudemos en las intersecciones del camino a tomar. No, esa no es la promesa. Más bien, cuando elegimos caminar en la sabiduría de Dios en lugar de nuestra propia sabiduría, encontraremos satisfacción. Encontraremos el regocijo, incluso en los lugares llenos de baches, incluso cuando estemos en las intersecciones agonizando sobre qué dirección honraría más a Dios. La alegría está en el intento de honrar. La alegría está en el deseo de estar donde está Dios, de andar por el camino de Dios, de llenarse de la plenitud de Dios.

Por lo tanto, para no quedarnos en un argumento, es así como todo comienza. Al llenarnos de la plenitud de Dios, Los Proverbios nos dicen que nos envolvamos en la lealtad y la fidelidad, para marcarnos como quienes aman como Dios ama. Lealtad es la traducción de la palabra hesed, que a veces se traduce como amor firme. Es un atributo de Dios. La fidelidad es también una cualidad de Dios. Por eso, nos envolvemos la lealtad y la fidelidad alrededor del cuello como una bufanda de lana en un día gélido. Las escribimos en las tabletas de nuestros corazones, ya sean Android o Apple. ¿Alguien prefiere tabletas con Windows? Windows podría ser mejor porque, a través de estos atributos, vemos a Dios, y vemos a Dios en lo que hacemos o decimos, en cómo vivimos la vida cada día y cada hora del día.

No hay suficientes horas a menos que cada hora se llene con la presencia de Dios, la conciencia de Dios, si cada hora es una oportunidad para reconocer a Dios y el llamado de Dios en nuestras vidas, la alabanza de Dios en nuestros labios, la alegría de Dios en nuestros corazones. Así que tal vez la promesa no sea la de llenar más horas en el día, sino la de dar más plenitud a las horas, a los días que tenemos. Tal vez la promesa no sea un número interminable de años en esta vida, sino una vida llena de años de presencia y regocijo sin fin. La abundancia de bienestar prometida en Proverbios 3:2 no se refiere a la seguridad o a la facilidad o a la comodidad, sino a la presencia sustentadora de Dios en todo lo que hacemos, en toda nuestra vida, en todo nuestro ser. Nuestras almas son protegidas porque vivimos en el amor, vivimos en la presencia. Vivimos en la alegría.

Al final, no hacer daño consiste en vivir y expresar lo que significa vivir en el reino de Dios, ese lugar de comunión y conexión. No hacer daño es reconocer que cualquiera a quien le causemos daño o cualquier persona que permitamos que siga siendo dañada, es parte de nuestra propia familia, de nuestro propio cuerpo. El daño causado a cualquier persona es un daño que se hace a sí mismo, a la integridad que buscamos como comunidad de fe.

No hay nada pasivo en la Regla General de «No hacer daño». Estamos llamados a buscar formas de poner fin al daño que se causa al pueblo de Dios por cualquier motivo; al daño causado a toda la creación por cualquier motivo. Se requiere una vigilancia que está más allá de cualquiera de nosotros individualmente, pero dentro del ámbito de lo posible para todas las personas colectivamente, cuando estamos facultados y equipados por el Espíritu para estar vivos cada hora de cada día durante la duración de los días que se nos ha dado.


Esta serie de sermones forma parte de la campaña #BeUMC y está diseñada para ayudarnos a celebrar cómo vivimos ese llamado como comunidades de fe en todo el mundo y para desafiarnos a ir más allá, a profundizar en nuestra expresión de la fe en la vida diaria. Versión original en inglés disponible en la página web de Ministerios de Discipulado. 

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